María Llarch
Me llamo María, tengo 23 años y soy de un pequeño pueblo llamado Móra d’Ebre (Tarragona). Soy jurista y hará unos meses oposito a judicatura.
Hacía tiempo que necesitaba hacer un alto en el camino para poder seguir y un retiro en el Convento de Santa Ana de las hermanas agustinas de Sant Mateu fue la mejor manera en que podía haberlo hecho.
En algunas ocasiones he tenido inquietudes vocacionales y decidí que lo mejor sería hablarlo con alguien que se lo hubiera planteado en serio en algún momento de su vida, como no, pensé en hermanas de clausura.
Estudiando en Bolonia, cursando el programa Erasmus, busqué por internet conventos donde hubieren hermanas jóvenes con las que me pudiera entender mejor y verme más identificada. Sorpresa la mía que en la misma diócesis había uno que parecía no paraba de crecer ¡y con chicas como yo!. Así que rellené el formulario de la página web y en poco estaba hablando con Hermana Gemma, con quien quedamos que al volver a casa retomaríamos el tema. Pero el retiro se hizo esperar, o lo hice esperar…, pues hablamos en septiembre de 2015 y hasta julio de 2017 no llegó el momento (después la espera cobró sentido). Pero finalmente lo hice, ¡y no valió la pena, sino la vida!
Ha sido una experiencia muy enriquecedora que recomendaría hacer a cualquier mujer, al menos una vez en la vida, tenga o crea que tenga la vocación que sea. Conviene pararse un rato y observar con calma de dónde vienes y hacia dónde quieres ir y cómo de “bien” lo estás haciendo.
Me ha ayudado a comprender un poco más mi historia y a ver la mano de Dios en ella. Es hermoso ver como Él ha estado siempre a tu lado y te va llamando a una misión en la vida, pues desde el principio te pensó y no existe casualidad ni suerte o fortuna sino providencia.
Ha sido realmente bonito poder escuchar el testimonio de las hermanas Gemma, María, Raquel, Belén, Teresa, Fátima,… cada comida se convertía en ser espectadora de una película de amor donde Dios y cada una de ellas eran los protagonistas. Una de las cosas que me han quedado más grabadas es la sincera sonrisa de alguna de ellas, irradian felicidad y con eso basta para entender el por qué están allí.
Una de las experiencias más enriquecedoras del retiro ha sido el día en que me tocó subir sola a la Ermita de la Mare de Déu dels Àngels. Cuando llegué el primer día a Sant Mateu con el coche y vi la distancia a que se encontraba del pueblo me pareció demasiada aventura para mí sola y luego fue un continuo disfrutar del camino. Conviene aventurarse y conviene hacerlo sola, con o sin miedo.
Uno de los temores con los que venía era el del aburrimiento, pero realmente no da para eso y luego, la soledad, pero en todo momento te sientes acompañada aún estando sola y no es una carga sino una oportunidad.
De Sant Mateu me fui con un corazón más necesitado de Dios, de la Eucaristía, de la confesión, de la oración y de muchas otras cosas. Con un anhelo de crecer en la fe y alimentar mi particular historia de amor y de vivir en mayor plenitud, y siempre, con un deseo de volver a ver a estas hermanas estupendas.